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Carta en verso a una melancólica resignación

Se acabó todo, ¿por qué respiré estos años? Ahora en el polvo me convierto, en hechos, en el pasado. Mi corazón no puede asimilarlo, y el tiempo del reloj no me alcanza. Alguien, ¡quien sea!, entregue esta carta. Que me olvide de todo, ¿por qué luché estos meses? Si el mundo se descose; una y otra vez, la aguja se enhebra. Para que el calor se pierda, qué sobrantes abrigos se tejen. Dejo mi firma, punto final, que se termina la cuerda. Qué despedida inmoral, ay, qué buen sueño me espera. Me queda dejar todo, ¿por qué viví estos días? Cuando beber agua quería, el desierto se hacía presente, con sus cenizas. Y si intentaba a una manzana dejarle mordida; los frutos se iban, huidizos como palomas en el ambiente. Fugaz como estrella peregrina... Te fuiste, oh vida, de este cuerpo inerte.

Carta en verso de una depresión observada

  No le apetece hoy, siente que debe recostarse mirando al techo. Y a su lado voy... teniendo en mente que quizá mañana no se levante del lecho. Le doy la mano, no tiene energía en el cuerpo, no quiere saber nada de nadie. ¿Y yo qué soy, si no puedo ayudarle? Le hablo y su mirada ida dice que ya es tarde. Aún conservo la esperanza, de que algún día su alma baje; me explique por qué nunca llegó su bonanza, ese dulce brebaje. Y que le quite ese sudor frío de la frente, con caricias suaves. Confortándome con que todo estará bien, que ya volará libre como un ave. No entiendo por qué le han dado esta jaula, y le castigaron con cuidarme. El gato le espabila a veces, le maulla, o se sienta en su estómago a lamerse el pelaje; pero cuando lo ve, logra que se espante dando sollozos punzantes, y el felino corre. Es que no es lo mismo que antes, ahora todo le es gris, no ve colores. Un día estará bien, sentirá que puede moverse con ligeros pies; seguro que fuerza tendrá también, levantará pesas de

Carta en verso a una desilusión

  ¿Por qué te imaginé con brillantinas, oh sueño adictivo? En una única viñeta, en mi mente de fantasías Los libros llenarán ese desconocimiento mío... El paso del tiempo me dará otro motivo... Para encontrar un recuerdo viejo, y rescatarlo del olvido Hará un despertar en el yo desamparado, por actual malaventura, acerca de desilusiones de antaño Si en el cofre de la mente siempre guardamos, ¿por qué el sufrir es inevitable, repitiéndose el mismo dolor humano? ¿Qué prevalece, luego de un fuego ilusorio de la vida? Montones de cenizas, cuyas llamas se han esfumado con su energía Con las que garabatearé mi cara triste y limpia Y poder pasear a la luz del día... ... anunciando mi momentánea desdicha, en silencio, pero con el rostro pintado de desilusiones finitas. **¡No te derrumbes!

Carta en versos desprolijos

Tengo un enojo tan disparejo, hace que quiera cubrirme la cara con un oscuro velo. Apretar los párpados y de la noche ser el centro. Que nada vea este mal momento. Qué celos tan feos. Inseguridad que te ocultas, puedes salir por las ventanas. Marrones, y por negras pestañas enmarcadas. Derritiéndote como hielo al sol, acariciando las mejillas de un ser llorón. Qué fragilidad de jarrón. Tengo un gusto por hacer énfasis,  en dolores que quizás no padezco. Como si mi corazón sufriera parálisis, y me aconsejara comprobar que no he muerto. Qué sentimiento tan feo. Confundo mucho de aquello que no proceso, creo ver bastante, pero sólo oigo cada vez menos; lástima que sean proyecciones desapegadas de los hechos. Qué cabeza de pájaro que tengo. Tengo tanto para dar, y cuando lo digo me retuerzo, porque en el fondo sé muy bien que no es cierto. Qué poca voluntad, reconozco que no tengo fuerza, como para andar ofreciendo el ánimo del ser sin consuelo. Qué hipócrita soy en mi frialdad, ojalá se d

Cuento en verso de un "¿Cómo se lo digo?"

  "Ay... ¿Cómo se lo digo?", suspiraba mi triste niño; me acerqué al adolorido, y sentándome a su lado acomodé sus rizos. "¿Qué te aqueja tanto, mi terroncito?", murmuré afectuosa a mi tierno hijo. "¡Alguien a quien estimo me ha herido el orgullo! No puedo perdonarle, si lo hago me portaré demasiado tolerante, o hipócrita como un tartufo; deambula a mi alrededor a buena gana y gusto, mi enojo crece a cada minuto".  Como lo conozco mejor que nadie, porque soy su madre, lo exhorté mucho... Y con paciencia, le conté un cuento sumamente viejo, que no lo afligió menos, pero le hizo pensar algo bueno; y fue aquello lo que a su idea le hizo dar en el anzuelo. El chiquillo, inteligente como cuervo, le escribió una carta a su amigo el perro. Que decía así, lo que escribió mi pequeño buen mozo: "Querido Samir, me haz herido el orgullo y yo no te perdono. Me agradas y todo, pero debes entender que me distanciaré de ti. Firma tu amigo el bobo, ése que aterrizó en

Carta en verso a un sueño que olvidó

  Quisiera.... ... confrontar tus ojos y decirte todas mis dudas; por ser curioso, comprobar tus actitudes presentes. ... siquiera estar allí, donde te encuentres, para también hacer imaginarias las futuras. Pero desde mi solitaria duna, opté ser fuerte. Dije adiós a tu figura. Y  desde entonces la arena viene y se acumula, no es mala suerte,  ¿será que tu llanto llega, deshidratado, a sedimentarse con mi junta? Desearía haber podido sincerarme, sin perder la ternura. Haberte dado a entender mi rotundo rechazo hacia tu ente. "Lástima", última palabra tuya ¿O era "Lastima"? Mi honestidad, tan bruta, no siguió aquella estructura. Y no lo haría, nunca. Porque así soy, diferente. Ya no vengas hacia mí, no hay fortuna alguna. Siempre seré fiel al habla que me mueve. En este sitio ya no llueve, y como defensa,  si un día aquí vienes y deambulas: Por sentido común, como a mi carne nunca fuiste uña, te empujarán lejos tormentas del desierto. Lejos de aquí, para hacia mí enm

Carta en verso de una crítica

  "Cien años yo te esperaría...", dicen ciertos jóvenes creyéndolo "¡guau!". Aquellos que apenas conocen las palabras de verdad, pues pareciera que ladraran al azar. Y qué gracia da, se olvidan en tres días... Sólo comprometen a la mente, imaginativa, será... Porque el tiempo que conozco es otro, real. Yo nunca podría recorrer cien años de longevidad. Y si todavía llegara a esa edad... ¡Ni de forma física o mental! Yo no te esperaría jamás.

Cuento en verso de vida para combatir la tristeza

  Él, como un nene, se encaprichó con la vida; su padre bien le decía que vano era su esfuerzo, pero él se aferró a una idea sencilla ¡Y así iba regando cada brote pequeño! "¿Por qué todavía riegas todo brote, viejo maltrecho?... Nada de esto y aquello darán frutos que te beneficien a ti..." El anciano meditó un momento y exclamó avivado como el fuego: "¡Porque son de un dulzor más exquisito los frutos que no son para mí!" Y cuando le llegó la hora de partir sus palabras fueron las que no hicieron falta, pues había dejado una huella en el mundo que es concreta e innegable, y que no alcanzaría a describir en ésta mi humilde carta; ¡oh, el más hermoso jardín colmado de preciosas flores! Dedicado a Luquita.

Carta en verso de anécdotas

  Fui a votar por un político, y te vi dando la vuelta por la esquina. Te llamé, cómo no, negrito. Mi morenito, te mentía. Compañía te hice, en tu voto. Llevabas ambos "DNI" en la mochila; porque uno se vencía, y habías perdido el otro. Ay, apresuré al de la mesa y dejaste firma. A la vuelta almorzamos juntos, cuánto me confortó tu compañía. Tú votaste, con "DNI" trucho; yo escuché un comprensivo consejo en tensos días. No sé si te acuerdas de esa vuelta, con "Juampi" y los chicos, al mediodía. Regresando de entrenar, nuestra estrategia; al peso del bolso con el equipo, lo compartías. Un compañero bromeó, que éramos pareja. Que yo nunca te miraría, tu respuesta. Y ahora me causa risa, esta dulce tragedia. Éste era un secreto, lo anuncio antes de que muera. Me gustas, negrito, así de colega. Me gusta de tu voz la melodía, y que no finges ser fuert

Carta en verso "Cuéntame"

 Cuéntame cómo conociste a mamá. Qué tan bonita era, y cómo hiciste para borrar su faz de tu cabeza. La gente se enternece al verme,  no les entiendo. Creo que se desprende de mí de mis modos y cabellos, su gracia de querubín solemne. Veré si me consuelo, en el aliento, de que algún día la encuentre; ya sea en la tierra, entre recuerdos, o bien, en las nubes de mi corazón estando como en el cielo Agraciada la historia que me cuentes que es a mi alma, y a la hoja de mi memoria, un marcador permanente, pintando cascabeles y flores en un sueño realizado, haciéndole ruidoso eco a los monstruos de mis temores. Cuéntame cómo la olvidé, entre derrumbes de años. Cómo me deshice del ayer, y de los escombros simulé su regazo ¡Cómo regreso! Sin irme del aquí al pasado. Cuéntame cómo la conociste, porque omitiste que quizá; yo nunca jamás, ¡jamás!, la recordaría.

Carta de arpas tristes

  Yo ya sé... yo ya sé que vos no me querés, y no puedo hacer nada con un papel; yo ya sé, yo ya sé que vos no me amás; tus caricias mienten y yo ya no puedo más… Porque yo ya sé, yo ya sé... (Los besos) no te pueden retener; y es que yo ya sé, yo ya sé (No te basta) amarte con toda mi piel… Ser vuelto iracundo tus gestos no tan profundos (hablan) dicen que ya no te veré; y tu boca mentirosa alimaña raposa, vuelta letras impiadosas (se burlan) “siempre te amaré…” Pero yo ya sé... yo ya sé; soy fuerte, mujer ruda y (por suerte) ya no te tendré...

Carta en verso de una hoja rasgada de su diario

  Ayer se levantó, vi cómo inspiró y posó sus pies en el piso frío. Me sorprendió que se quejara, pues tenía sus plantas cálidas gracias al cobijo. No sólo fue al baño, sino que fue a ver cómo estaba también mi hermano; lo despertó, era en la mañana, temprano, y sonriendo le dio un mandado. Mi hermano rezongó, lo había despertado de un buen sueño, pero yo estaba viviendo el comienzo de un anhelado deseo. Él prefería quedarse en su mundo astral, por eso no se enteraba al menos, de que se había levantado por fin el enfermo, en nuestro sitio real. Ha pasado poco más de un año desde esos grandes malos momentos, todavía se está recuperando, tiene sus cortos lapsos de sufrimiento. Yo hoy en día tengo una gratitud que me ha dejado sin aliento, porque he gritado para adentros míos que nada es eterno. No sólo habla; grita, se enfada; dice cuánto nos ama y abraza. Yo quería apostar por creer en la esperanza, a pesar de sentirme apartado de Dios en mi espiritualidad mediocre. Ahora creo que nunca