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Mostrando las entradas de enero 24, 2021

Perla encerrada (Cuento)

 Del escritorio de Perla. "...Fuera de estas oficinas hay un pasillo. Detrás de la computadora, sentada, doy ojeadas a la puerta cuando se abre; se ve que hay una luz diferente allí. Desde aquí se nota que es de otro color, más amarilla, da la impresión de que es más cálida incluso. Cuando mis colegas ventilan las oficinas del olor a cigarro, que incluye la mía, se ve que allí hay unas cortinas verdes que van y vienen. Tiene ventanas; e imagino que cuando las cortinas bailan, es porque el sonido de las aves puede filtrarse al pasillo, entre aquellas. Cuando el ruido de las teclas no me perfora las orejas, ni choca con los modestos pendientes que cuelgan de ellas, que sucede cuando bebo el café, me abstengo de pensar y escucho; puedo escuchar apenas, un cotorreo, o uno que otro pajarito, en el inmenso silencio vocal de las oficinas. Sin los aretes puestos, el maquillaje debido, o la sonrisa, escucho gritos. Y es entonces que prefiero no objetar y amargarme entre las teclas, aunque

Un gatito de Navidad (Cuento)

 Mérida tenía un gatito llamado Navidad. Fue en la víspera de la festividad que lo encontró por las calles, entonces no dudó ni un momento en llevarlo a casa. Sus ojos eran de un color ámbar amarillento, como los de un par de cascabeles; tenía un maullido muy agudo, su pelaje era completamente blanco y se le volvía esponjoso por su volumen. El gatito Navidad tenía ocho años de vida ya, cuando Mérida lo adoptó. Le resultaba extraño el cambio, de tener que alimentarse con aves o ratones, a comer una comida artificial, con delicioso aroma; o de recibir baños; o la novedad de dormir en una calentita cama, en compañía de su dueña, en vez de acurrucarse bajo un auto o entre los matorrales menos fríos. Navidad no era arisco con los humanos, más bien era mimoso, pero nunca había sido adoptado por uno. Mérida lo cuidó mucho, lo domesticó para volverse un gato casero; con el tiempo, Navidad ya no perseguía a las aves o ratones que se le cruzaban; tampoco le parecía acogedor un matorral, o debajo

"Tristeza" (Cuento: microrrelato)

 Más allá de la montaña Enojo, se esconde un prado; se llama Tristeza, pero los viajeros suelen llamarlo Alegría; quizá Alegría porque tuvieron que escalar una montaña de piedras filosas y por fin pueden descansar allí, en su tersa vegetación, alegres de encontrarlo. Pero como el río de Enojo pasa por Tristeza, se sigue llamando así ya que de lejos parece que la montaña llora.

Poema a Dora (David Copperfield)

  La noche te lleva; lejos, muy lejos; a una ínsula de ciruelos, y orquídeas perladas en amarena. Antes de que brilles, luciérnaga; y de mostrarte seas, recóndita por el cielo, titila en tu lecho, ¡susúrrame!, desde tu almohada, palabras que no puedas, por más que sea ameno, llevarte contigo a las nubes. La noche te lleva; lejos, muy lejos; más allá del mar, más allá de los sueños. Por eso duerme; mientras pintan tus bucles, en el lienzo de mi pecho, arremolinadas olas; y que animadas choquen, como multitudes locas, contra la quilla, de tu navío, que en lontananza se despide, y no vuelve por más que le implores. La noche te lleva; lejos, oh, muy lejos; como si desde el amanecer, a donde vas, oyera dibujarse en mis latidos, la brecha de un abismo. Antes de que el aliento, ¡frágil e inaudito!, a silbidos lo sueltes sin enmiendo; y velo, ¡antes!, por tu espíritu; inquieto vaya, y que revolotee, entre palomas de plata retenido. La noche te lleva; lejos, muy lejos; como si del infinito, cel