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Poema Mariposa

  No me hace falta decirte, entre todos los halagos, que eres decoro en mis días grises que eres hermosa o que eres como una danza romántica en otoño de vestidos largos y regalos de mimbre, mariposa; no me hace falta tallar, en todas las rocas de la costa, o en las olas buscar piedras preciosas para tus alas, o pintarlas en un lienzo blanco en tu honra mariposa, porque puedes volar entre los mares y atardeceres de mi pobre cabeza soñadora. No me hace falta decirte que seas mía, ni que brilles lejos de todos, eres bella siendo libre y en los ojos de una cautiva ya nadie te reconocería la hermosura, nadie encontraría tan linda persona; y nadie más vería, mariposa, los frágiles meneos de tus curvas de delicado cisne. No pediré que con amor me mimes, o que me llenes el alma o los brazos, las mejillas frías con tus labios, mariposa; no hace falta que con dulzura me nutras o que nostálgica te acurruques en mi regazo, mariposa; no hace falta que luches por que te digan hermosa, porque ya ere

Carta de arpas tristes

  Yo ya sé... yo ya sé que vos no me querés, y no puedo hacer nada con un papel; yo ya sé, yo ya sé que vos no me amás; tus caricias mienten y yo ya no puedo más… Porque yo ya sé, yo ya sé... (Los besos) no te pueden retener; y es que yo ya sé, yo ya sé (No te basta) amarte con toda mi piel… Ser vuelto iracundo tus gestos no tan profundos (hablan) dicen que ya no te veré; y tu boca mentirosa alimaña raposa, vuelta letras impiadosas (se burlan) “siempre te amaré…” Pero yo ya sé... yo ya sé; soy fuerte, mujer ruda y (por suerte) ya no te tendré...

Fotografía

  Era un momento feliz, tomé esa foto con tus ojitos cálidos y ahora que no te tengo aquí más no me queda que ese retrato; esos colores impresos me conectan a ti a través del tiempo a cuando estabas aquí. Ahora quisiera estar en ese momento, y no tener una cámara o un teléfono, sólo estar ahí y abrazar tu alegría, abrazarte a ti. Pero ahora, mi vida, sólo eso tengo; una lluvia que no termina, un día gris, un nombre, que a decir no me atrevo y una linda foto de ti. A Puppie, y a Tommy.

Mi Amor

Mi amor se viste de alas, dulzón, y sus mejillas son de rojo enamorado blanco mármol sus manos de seda bellas líneas sus labios; mi amor perfuma las vestiduras de sus cálidos abrazos la silueta, perfumada voy de ternura perfumada voy de vainillas y fresias, cálidas memorias al sentir lo más lindo de su frescura cálidos suspiros anhelándole durante el día; mi amor me besa y mi corazón salta desbordándose de pura alegría Frágil magia me espera cada noche entre sus brazos, y entre ramos de azucenas se derriten en el río las risas y los fríos llantos Mi amor se viste de paciente dulzura en lo más triste de los veranos y con su canto, él se convierte en los tintes coloridos de las flores más hermosas de una eterna primavera A Ignacio, mi amorcito.

Ateo

Él no creía en los ángeles, él no creía en los poemas; ayer se fue a recitarles sus travesuras y triquiñuelas Él en su arte una hoja en la brisa, se fue de prisa, hoy les entona añares de maravillosa poesía griega Números que ya no urgen, noches que mi llanto vela creía él en cábalas, creía él en diosas de piedra Ayer se pintó en una obra, bravos barcos bajo la tormenta, óleos azules parecen las olas, pintas blancas las estrellas; pero él no creía en las brochas, él no creía en las mareas, y en la botella borgoña su nombre escrito -se mece- a la rivera Él creía en las canoas, forma tranquila de ir al compás, y ahora en Argentina no está, su alma va y rema por todo el lago Prespa Él no creía en el más allá Él no creía que el cielo tenga puerta Y ahora que en Argentina no está su alma pasea por tierras helénicas Ayer se dejó las llaves y la vida en el umbral, pesa el tiempo en esta prosa en el que no lo veo más; y en un reloj que dejó se escurren los días como la arena Él no creía en las

Poema de un ruiseñor

Cuéntale a los álamos que tienes un nuevo camino colmado de aventuras tu travesía Acaricio una vez más estas manos de niña mientras te suplico Ya no quiero más abrazos Ya no quiero ser el olvidado abrigo Susúrrales que me dejas aquí escondido que todavía los cuidas a través de un amigo aflorado Diles que te vas marchando contenta por el sendero amarillo que les dejas una bufanda para el frío viento que ya no tendrán tus brazos de cálida doncella, para apacigüarles en primavera todo lo triste que es el olvido; que llevas en la espalda alas de sus cabellos blancos, que llevas en el pecho un broche de su paciencia Ve y cuéntale a los álamos que ya te vas y que mientras saludo a tu sola silueta el corazón mío se entierra en este lar Tan pequeño, tan marchito.

A ella díganle que la extraño

Te extraño tanto; como una sirena al mar, como a su artista la pintura sin terminar; como el pianista amargado, en melodías amenas vivirás un agapornis a su otra mitad, una frase que rima con jamás como un gato que rasguña su perdida libertad. Te extraño tanto, tanto y no sé dónde estás; soy el proís de tus huellas húmedas el llanto de tu piedad; te extraño tanto y mi corazón cálido no sabe dónde estás. Como las rosas más bonitas a la novia en el altar, como los mirlos blancos a su jardín de mariquitas la alegría en el patio de atrás; tus ojos en la llovizna mi refugio en altamar. Te acompañé a la puerta un abrazo en el umbral, cruzaste hacia un prado lejos de mis brazos y mi corazón cálido, no sé, no sé dónde está...  

Su reina (Cuento: microrrelato)

Ella era su reina. No tenía una resplandeciente corona, y sus ropas tampoco eran extravagantes. Nunca tuvo servidumbre alguna. Era conocida por un nombre común, llevado por muchas en el pueblo. Sus órdenes eran inquebrantables y sus promesas traían luz en la desesperanza. Era una comerciante astuta y muy conocida por su solidaridad. La reina lo amó infinitamente, él la admiró con eterna ternura. Hoy la reina ya no está con él, pero él tiene una certeza: en el cielo hay un castillo.

Silbando (Cuento)

  Regresó (por fin, se decía) de otro día rutinario, a su hogar. Creyó muy necesario dejar el bolso en la mesa de la sala del comedor, bien a la vista. Se tomó una fotografía del rostro con su teléfono celular, la revisó, le pareció perfecta; que comunicaría todo aquello que sentía. Dejó el móvil junto al bolso, y avanzó por la sala del monoambiente, imaginando que pisaba un suelo de hielo fino mientras dejaba atrás una sensación que era para el olvido. Sus pasos eran lentos, acompañados por suspiros; mientras los ojos daban una vuelta a las fotografías colgadas en las paredes, se fue desabotonando el cuello, creyendo que así podría respirar un poco mejor. Le pareció extraño ver la ventana entreabierta, ya que vivía sin compañía, y se acercó. Un atardecer precioso, con un espectáculo en el cielo; era un cuadro con óleos rojo amarillento, y blancas pinceladas desordenadas haciendo distintas formas y figuras; unos pájaros de plumaje verde selvático sobrevolaron los cables eléctricos del

Carta en verso de anécdotas

  Fui a votar por un político, y te vi dando la vuelta por la esquina. Te llamé, cómo no, negrito. Mi morenito, te mentía. Compañía te hice, en tu voto. Llevabas ambos "DNI" en la mochila; porque uno se vencía, y habías perdido el otro. Ay, apresuré al de la mesa y dejaste firma. A la vuelta almorzamos juntos, cuánto me confortó tu compañía. Tú votaste, con "DNI" trucho; yo escuché un comprensivo consejo en tensos días. No sé si te acuerdas de esa vuelta, con "Juampi" y los chicos, al mediodía. Regresando de entrenar, nuestra estrategia; al peso del bolso con el equipo, lo compartías. Un compañero bromeó, que éramos pareja. Que yo nunca te miraría, tu respuesta. Y ahora me causa risa, esta dulce tragedia. Éste era un secreto, lo anuncio antes de que muera. Me gustas, negrito, así de colega. Me gusta de tu voz la melodía, y que no finges ser fuert