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Su reina (Cuento: microrrelato)

Ella era su reina. No tenía una resplandeciente corona, y sus ropas tampoco eran extravagantes. Nunca tuvo servidumbre alguna. Era conocida por un nombre común, llevado por muchas en el pueblo. Sus órdenes eran inquebrantables y sus promesas traían luz en la desesperanza. Era una comerciante astuta y muy conocida por su solidaridad. La reina lo amó infinitamente, él la admiró con eterna ternura. Hoy la reina ya no está con él, pero él tiene una certeza: en el cielo hay un castillo.

Silbando (Cuento)

  Regresó (por fin, se decía) de otro día rutinario, a su hogar. Creyó muy necesario dejar el bolso en la mesa de la sala del comedor, bien a la vista. Se tomó una fotografía del rostro con su teléfono celular, la revisó, le pareció perfecta; que comunicaría todo aquello que sentía. Dejó el móvil junto al bolso, y avanzó por la sala del monoambiente, imaginando que pisaba un suelo de hielo fino mientras dejaba atrás una sensación que era para el olvido. Sus pasos eran lentos, acompañados por suspiros; mientras los ojos daban una vuelta a las fotografías colgadas en las paredes, se fue desabotonando el cuello, creyendo que así podría respirar un poco mejor. Le pareció extraño ver la ventana entreabierta, ya que vivía sin compañía, y se acercó. Un atardecer precioso, con un espectáculo en el cielo; era un cuadro con óleos rojo amarillento, y blancas pinceladas desordenadas haciendo distintas formas y figuras; unos pájaros de plumaje verde selvático sobrevolaron los cables eléctricos del

Carta en verso de anécdotas

  Fui a votar por un político, y te vi dando la vuelta por la esquina. Te llamé, cómo no, negrito. Mi morenito, te mentía. Compañía te hice, en tu voto. Llevabas ambos "DNI" en la mochila; porque uno se vencía, y habías perdido el otro. Ay, apresuré al de la mesa y dejaste firma. A la vuelta almorzamos juntos, cuánto me confortó tu compañía. Tú votaste, con "DNI" trucho; yo escuché un comprensivo consejo en tensos días. No sé si te acuerdas de esa vuelta, con "Juampi" y los chicos, al mediodía. Regresando de entrenar, nuestra estrategia; al peso del bolso con el equipo, lo compartías. Un compañero bromeó, que éramos pareja. Que yo nunca te miraría, tu respuesta. Y ahora me causa risa, esta dulce tragedia. Éste era un secreto, lo anuncio antes de que muera. Me gustas, negrito, así de colega. Me gusta de tu voz la melodía, y que no finges ser fuert

SENRYŪ

Ramas desnudas un solito hornero te picotea

Poema del tímido, a una flor

Te veo siempre con los ojos; ay, me gustaría no solo mirarte; y del rocío brillante que te toca, ser los cielos que impregnen el despojo de tus colores amantes de la caoba. Te pienso siempre con el alma; ay, me gustaría no solo atesorarte; y del viajante viento que te sopla, ser la frescura de las brisas claras que perfumas con tus pétalos de rosa. Te imagino siempre con la dicha; ay, me gustaría no solo enamorarme; y del arte natural que tallan tus hojas, ser la verde esperanza de tus pupilas que destilan de los lagrimales tus espinas hermosas. Te siento siempre parte de mí; ay, me gustaría no solo soñarte; y de la suave tierra que te aprisiona, cerca de ti ser otro arraigo, para enredar por fin en tus raíces, mis cobardes manos.

Carta en verso "Cuéntame"

 Cuéntame cómo conociste a mamá. Qué tan bonita era, y cómo hiciste para borrar su faz de tu cabeza. La gente se enternece al verme,  no les entiendo. Creo que se desprende de mí de mis modos y cabellos, su gracia de querubín solemne. Veré si me consuelo, en el aliento, de que algún día la encuentre; ya sea en la tierra, entre recuerdos, o bien, en las nubes de mi corazón estando como en el cielo Agraciada la historia que me cuentes que es a mi alma, y a la hoja de mi memoria, un marcador permanente, pintando cascabeles y flores en un sueño realizado, haciéndole ruidoso eco a los monstruos de mis temores. Cuéntame cómo la olvidé, entre derrumbes de años. Cómo me deshice del ayer, y de los escombros simulé su regazo ¡Cómo regreso! Sin irme del aquí al pasado. Cuéntame cómo la conociste, porque omitiste que quizá; yo nunca jamás, ¡jamás!, la recordaría.

Poema al señorito ya mayor

 Si valiera una moneda de cobre, si tan sólo comprarla se pudiera; pobre del que quiera, ¡ay! costearse la alegría, regatearla entre mediocres cuentas, y en el correo dejar el sobre. Pues, ¿qué precio tiene el oro? ¿Qué tan glorioso el que paga montones? Pagarán con sus colores, pagarán con sus tonos; no pagues tú, no deshonres, ¡ay!, tu hermoso óleo del ozono. Evocas al dulzor tenue, difundes el aroma del oporto, ¡mozo dador de risas célebres! ¿Cómo no cosechas aún tu propio viñedo en el otoño? Lloverá en tu alma, lloverá hasta tus veintiocho; ¡pero!, veo una luz en tus ojos, reencuentra la esperanza, y abrázala, entre párrafos dichosos. Más buenos si envejecen, ¡bendecidos sean!, los libros, el vino, y los años de Orozco. Mejor costearte una alegría, y dejando de estar sobrio, ¡regálate!, por mí, una bella sonrisa tropical. A Yeifer ¡Feliz Cumpleaños! 24/03/2021

SENRYŪ

  Allá en los mares un barco a la deriva sigue tus ojos

Poema a su sirena del dolor

Mi musa tiene nombre y apellido; surcando los mares se la oye, entre la serenidad del crujido de olas flotando su navío con la guía de una estrella flamante. Divina flor que desconoce los cantares, ella exhorta a las voces; son voces frágiles, nacidas del barroco, de un océano invicto de aires melancólicos; el azul oscuro las reluce en destellos y las presume en el reflejo de las estelas graduales. Las burbujas saben de ellas, hermanas se llaman entre sí como sinuoso al perfume, y se reconocen en las playas de la tierra como al carbón pariendo diamante. Le brillan los iris de sus ojos, y la seda de sus labios ruge alegrías de ensoñación constante. Musa de apariencia frígida, mirando al cielo te conviertes en la pintura de los cielos y mares de mi alcoba. Musa, que eres mía e invisible a los pedestales de gentes caóticas. Que nunca te conocen, y tú traduces lo que me inspiras en el arte de mis frágiles manos. Musa divina e intachable, ¡pensada! para tu poeta descarado dame un soplo de t

Poema a su ensombrecido corazón

  Un silencio mortal inundaba, la oscuridad en las paredes del corazón; y en sus lágrimas unos ojos muertos, dolorosos, derramaban una triste canción. Le rogó al viento palabras, flechazos al aire con su ton y son, y mordiéndose el amor se guardó la esperanza, a un castillo lejano la confinó. Estás aquí en este oscuro cuarto, tan lejano como la luz del sol; rompí puertas y colmillos para el paso abrir, como no escuché el canto, al ir por el sendero de tu música, le pedí a la musa del milagro, un corazón para ti. Leí que te ibas, leí que ya estabas; al lado de la cama, lista para sellar el sueño y firmar una postal, en tinta azul, así que vine, ¡por fin! y te dije que, querida, estoy aquí. Salí del libro, de las páginas me fui; soy el héroe bendito, y quería, conocer a la autora que hizo de mí. Y bendita, la autora, lo sean su vida y escritos. Imaginando, se salvó por poco, del desespero infinito.