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Carta en verso "Cuéntame"

 Cuéntame cómo conociste a mamá. Qué tan bonita era, y cómo hiciste para borrar su faz de tu cabeza. La gente se enternece al verme,  no les entiendo. Creo que se desprende de mí de mis modos y cabellos, su gracia de querubín solemne. Veré si me consuelo, en el aliento, de que algún día la encuentre; ya sea en la tierra, entre recuerdos, o bien, en las nubes de mi corazón estando como en el cielo Agraciada la historia que me cuentes que es a mi alma, y a la hoja de mi memoria, un marcador permanente, pintando cascabeles y flores en un sueño realizado, haciéndole ruidoso eco a los monstruos de mis temores. Cuéntame cómo la olvidé, entre derrumbes de años. Cómo me deshice del ayer, y de los escombros simulé su regazo ¡Cómo regreso! Sin irme del aquí al pasado. Cuéntame cómo la conociste, porque omitiste que quizá; yo nunca jamás, ¡jamás!, la recordaría.

Poema al señorito ya mayor

 Si valiera una moneda de cobre, si tan sólo comprarla se pudiera; pobre del que quiera, ¡ay! costearse la alegría, regatearla entre mediocres cuentas, y en el correo dejar el sobre. Pues, ¿qué precio tiene el oro? ¿Qué tan glorioso el que paga montones? Pagarán con sus colores, pagarán con sus tonos; no pagues tú, no deshonres, ¡ay!, tu hermoso óleo del ozono. Evocas al dulzor tenue, difundes el aroma del oporto, ¡mozo dador de risas célebres! ¿Cómo no cosechas aún tu propio viñedo en el otoño? Lloverá en tu alma, lloverá hasta tus veintiocho; ¡pero!, veo una luz en tus ojos, reencuentra la esperanza, y abrázala, entre párrafos dichosos. Más buenos si envejecen, ¡bendecidos sean!, los libros, el vino, y los años de Orozco. Mejor costearte una alegría, y dejando de estar sobrio, ¡regálate!, por mí, una bella sonrisa tropical. A Yeifer ¡Feliz Cumpleaños! 24/03/2021

SENRYŪ

  Allá en los mares un barco a la deriva sigue tus ojos

Poema a su sirena del dolor

Mi musa tiene nombre y apellido; surcando los mares se la oye, entre la serenidad del crujido de olas flotando su navío con la guía de una estrella flamante. Divina flor que desconoce los cantares, ella exhorta a las voces; son voces frágiles, nacidas del barroco, de un océano invicto de aires melancólicos; el azul oscuro las reluce en destellos y las presume en el reflejo de las estelas graduales. Las burbujas saben de ellas, hermanas se llaman entre sí como sinuoso al perfume, y se reconocen en las playas de la tierra como al carbón pariendo diamante. Le brillan los iris de sus ojos, y la seda de sus labios ruge alegrías de ensoñación constante. Musa de apariencia frígida, mirando al cielo te conviertes en la pintura de los cielos y mares de mi alcoba. Musa, que eres mía e invisible a los pedestales de gentes caóticas. Que nunca te conocen, y tú traduces lo que me inspiras en el arte de mis frágiles manos. Musa divina e intachable, ¡pensada! para tu poeta descarado dame un soplo de t

Poema a su ensombrecido corazón

  Un silencio mortal inundaba, la oscuridad en las paredes del corazón; y en sus lágrimas unos ojos muertos, dolorosos, derramaban una triste canción. Le rogó al viento palabras, flechazos al aire con su ton y son, y mordiéndose el amor se guardó la esperanza, a un castillo lejano la confinó. Estás aquí en este oscuro cuarto, tan lejano como la luz del sol; rompí puertas y colmillos para el paso abrir, como no escuché el canto, al ir por el sendero de tu música, le pedí a la musa del milagro, un corazón para ti. Leí que te ibas, leí que ya estabas; al lado de la cama, lista para sellar el sueño y firmar una postal, en tinta azul, así que vine, ¡por fin! y te dije que, querida, estoy aquí. Salí del libro, de las páginas me fui; soy el héroe bendito, y quería, conocer a la autora que hizo de mí. Y bendita, la autora, lo sean su vida y escritos. Imaginando, se salvó por poco, del desespero infinito.

Poema descorazonador

  Te sonrojaste, muchacha, adulada por un lisonjero; y lleno de esperanza, hechizado fue por un "te quiero". Creyó escribir en tu cuaderno, creyó ser dueño de tinta y pluma; te sonrojaste, muchacha, y de una flor sin púas, llamada Lisonja, cortaste el tallo al medio. Se portó traviesa, lo trató como quien va y antoja; la máscara que aquel besa, simplona es como armadura, de taimada portadora de orejas y cola. ¡Ay! No le arranques los sueños, no le arranques la fortuna; ¡te sonrojaste una vez!, muchacha, y se derritió aquel como espuma. ¡Pues! Quítale todo, muchacha, la fortuna y la lisonja; que aprenda a no embelesarse él, con coqueta astucia.

SENRYū

 En primavera a grises melodías era tu siervo

Perla encerrada (Cuento)

 Del escritorio de Perla. "...Fuera de estas oficinas hay un pasillo. Detrás de la computadora, sentada, doy ojeadas a la puerta cuando se abre; se ve que hay una luz diferente allí. Desde aquí se nota que es de otro color, más amarilla, da la impresión de que es más cálida incluso. Cuando mis colegas ventilan las oficinas del olor a cigarro, que incluye la mía, se ve que allí hay unas cortinas verdes que van y vienen. Tiene ventanas; e imagino que cuando las cortinas bailan, es porque el sonido de las aves puede filtrarse al pasillo, entre aquellas. Cuando el ruido de las teclas no me perfora las orejas, ni choca con los modestos pendientes que cuelgan de ellas, que sucede cuando bebo el café, me abstengo de pensar y escucho; puedo escuchar apenas, un cotorreo, o uno que otro pajarito, en el inmenso silencio vocal de las oficinas. Sin los aretes puestos, el maquillaje debido, o la sonrisa, escucho gritos. Y es entonces que prefiero no objetar y amargarme entre las teclas, aunque

Un gatito de Navidad (Cuento)

 Mérida tenía un gatito llamado Navidad. Fue en la víspera de la festividad que lo encontró por las calles, entonces no dudó ni un momento en llevarlo a casa. Sus ojos eran de un color ámbar amarillento, como los de un par de cascabeles; tenía un maullido muy agudo, su pelaje era completamente blanco y se le volvía esponjoso por su volumen. El gatito Navidad tenía ocho años de vida ya, cuando Mérida lo adoptó. Le resultaba extraño el cambio, de tener que alimentarse con aves o ratones, a comer una comida artificial, con delicioso aroma; o de recibir baños; o la novedad de dormir en una calentita cama, en compañía de su dueña, en vez de acurrucarse bajo un auto o entre los matorrales menos fríos. Navidad no era arisco con los humanos, más bien era mimoso, pero nunca había sido adoptado por uno. Mérida lo cuidó mucho, lo domesticó para volverse un gato casero; con el tiempo, Navidad ya no perseguía a las aves o ratones que se le cruzaban; tampoco le parecía acogedor un matorral, o debajo

"Tristeza" (Cuento: microrrelato)

 Más allá de la montaña Enojo, se esconde un prado; se llama Tristeza, pero los viajeros suelen llamarlo Alegría; quizá Alegría porque tuvieron que escalar una montaña de piedras filosas y por fin pueden descansar allí, en su tersa vegetación, alegres de encontrarlo. Pero como el río de Enojo pasa por Tristeza, se sigue llamando así ya que de lejos parece que la montaña llora.