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Carta en verso a una melancólica resignación

Se acabó todo, ¿por qué respiré estos años? Ahora en el polvo me convierto, en hechos, en el pasado. Mi corazón no puede asimilarlo, y el tiempo del reloj no me alcanza. Alguien, ¡quien sea!, entregue esta carta. Que me olvide de todo, ¿por qué luché estos meses? Si el mundo se descose; una y otra vez, la aguja se enhebra. Para que el calor se pierda, qué sobrantes abrigos se tejen. Dejo mi firma, punto final, que se termina la cuerda. Qué despedida inmoral, ay, qué buen sueño me espera. Me queda dejar todo, ¿por qué viví estos días? Cuando beber agua quería, el desierto se hacía presente, con sus cenizas. Y si intentaba a una manzana dejarle mordida; los frutos se iban, huidizos como palomas en el ambiente. Fugaz como estrella peregrina... Te fuiste, oh vida, de este cuerpo inerte.

Cuento en verso de un catión

  Quiero contemplar de nuevo tu belleza, entender que no existe otra musa con tu luz. Tengo un romance por escribir en tu novela. Vamos de la mano, que en la portada figura nuestra actitud. Uno poco a poco nuestros cuadros, si se funden bien tal vez parezcan una misma obra. Tengo pensado la música y los cantos; para encajar en tu vida; oh, tu morada cautelosa. Debo recitarte... Versos que te gusta que te cante. Un parpadeo suave, y esos ojitos oscuros que fulminan... Y   yo no sé a dónde arrojé la vida. Mi pecho palpita, grita que es tu alegre víctima... ¿No lo sabes? Qué respuesta tan sencilla. ¡Porque así eres, mi dicha! Te contemplo y te me haces vitamina. Cálida, ¡guardas mi amor y con ternura lo abrigas! Oh, a tu lado, ¿qué infusión de "te quiero" se enfría? ¡Para mí tú siempre brillas! Y aunque no sonrías, siempre te verás muy bonita. Oh, belleza de ideas, y tus azucaradas palabras que contagian... bizarra energía.

Cuento en verso del vagabundo desafortunado

  Un tipo lastimero que miraba el río, allí su bufanda se le había caído. Iba por la costa caminando; mirando la arena, con los pies mojados. Como la fortuna lo traía mal ubicado, se preguntó por qué seguía perdido. Dando un giro, trató de volver sobre sus pasos. Pero el agua borró las huellas de él mismo. "¡Ay, luna, baja la marea nocturna! ¿O te crees dueña de mi camino? El agua anhela cenizas de mi urna, y yo aquí discutiendo contigo." "¡Oh, desafíenme, tú y el río! Incluso, si quieres, trae a más amigos. Pero yo les digo, en nombre de mi amada... ¡Alma que no descansa es la del peregrino!" "Oh, pon en mi contra al cielo... Que las nubes lloverán sobre cada huerto. Oh, pon de tu lado al viento... Que si giran los molinos no me muero. Oh, ¡vamos!, pon el odio en mi sombra de viajero... Que llegaré al podio, usándolo como amuleto."

SENRY ū

   La hoja blanca   polvo en los colores   pintar se le olvida. 

SENRY ū

   Blanca paloma   nido de cuentos  árboles de plata

Se es hijo siempre (Cuento)

  Ese invierno fue muy crudo para Antonio, colmado de desgracia hasta que se armó otra mudanza. Él no creía en la mala suerte, hasta que sufrió hechos que describiría como sobrenaturales, ocurridos en la casa de sus padres.  Sus problemas iniciaron cuando lo despidieron de la oficina. Su novia le dejó, harta de apoyarlo, y que aquel sintiera no poder con el mundo y la vida. Entonces se tuvo que mudar del apartamento en el que solía compartir con su concubina, a la casa en la que vivía con sus papás, al lado de la tipa chusma; hacía tanto tiempo que no visitaba su barrio de cuando era chico. Cuando bajó del remís, le dijo al chofer que se quedara con el cambio, a pesar de necesitarlo, y luego de desacomodarse la corbata bajó él solo sus pertenencias. Tres cajas apiladas y una bolsa plástica con cierre hérmetico colgada al dedo anular. Miró el patio del frente de la casa, que ahora le parecía casita; vio todo el pasto muy alto, plagado de yuyerío y bichos, y dejó las cosas al otro lado d

Una amiga valiente (Cuento)

  -¡Daliaaa!-La llamó Francesca, llegando por el sendero en su bicicleta, vociferando con voz alegre. -¡¡Fraaan!!-Le gritó su amiga, viéndola llegar desde la ventana de su cuarto, en el primer piso. -¡Vamos! -¡Ya bajo!-Le contestó desde lo alto. Ambas fueron ascendiendo por la colina caminando, avanzando en el mismo camino que las conducía al pie de la montaña, desde la casa de Dalia. Era un sendero de tierra, espacio liberado de la vegetación de los pastizales campestres donde vivían. Fran llevaba a menudo su bici, para viajar hasta la casita de Dalia, y allí llamarla para irse a jugar. -Los frenos se rompieron, ¿no te queda difícil frenar?-Acotó la niña rubiecita, de rulos risueños, a su amiga que conducía. -Te enseñaré otro modo que me enseñó mi papá, es divertido ¡Estiras los pies y tocas el suelo con los talones! Mira, así...-Cambió su rumbo, jugando con la bajada de lo que habían recorrido, para enseñarle en la bici. Francesca, una niña optimista en la mayoría del tiempo, era muy

Poema de la nona

  Ya despertó reposando en un almohadón de plumas, otro día sus ojos se abrían mirando un polvoriento suelo. Ya tomó un baño en aguas frías con su piel desnuda. Y se sumergió en termas cálidas con luminosas burbujas, suspiró conclusa "¿qué más quiero?" Ya conoció el rugir del estómago; y se ha saciado con manjares de gente selecta. Ya lució finuras coloridas, cuan hermoso ópalo; y se vistió con harapos, exponiendo su cuero a ser piedra Ya bebió de aguas escasas que no saciaban su sed; y se ha embriagado con el aroma de infusiones deliciosas Sí importa qué ocurrió en el ayer, sí sabe lo que es arar en tierra difícil, la nona.

Poema a la despedida de Laura

  ¡Vengan corceles de entre la bruma! Vengan a llevársela al paraíso; cardíaco dolor sufre esta exalumna, llora su muerte conocida que la quiso. De esa noche a la tarde del domingo, ninguno dormirá sin gota de amargura. Llora una familia el delantal de tu cariño; llora una escuela tu ternura. Partiste entre el silencio, a los cincuenta y pico; el sábado anunció tu sepultura. Llora el atardecer conmigo, lloran tus hijos y nieto sin mesura. Tus últimas esperanzas estuvieron, nefastos nervios y operaron el intestino; Anestecia inmunda; ¡ay!, siempre que recuerdo,  te veo de pie llevando el té y mate cocido. Te tapabas la cara al reír, entre cabellos rojos parecidos a peluca, y que nunca filtrabas un chiste sinvergüenza; lloran los niños sin tu alma de regaliz, y llora el carrito de la merienda. A Laurita, que en paz descanse.

Poema a la nostalgia de un adiós

  Mi niña llorona, entonas la canción de día; tranquila llega la noche, a tus rubores de melancolía. Mi niña de matices tristes, grisácea de porfías; sombrío aire respira tu tabique, que trasluces como cristalizada, -entre suspiros- a alguien extinguirse. Mi niña bien vestida de lana, manta de polillas irse en vuelo; ovejero soy que ladra sin rebaño, clamando un avecilla para tus ramas. Mi niña de cuentos de fábula, fogata incendiaria de bosques; acampa aquí esta noche, acampa aquí hasta la mañana. Ay, mi niña celeste, de pestañas blancas, y aromas campestres. Ay, mi niña venerada, ojalá tú existieras; ojalá tú amaras. Ay, mi niña estatua, muda y fría piedra; ¡ojalá tú amaras!, ojalá el vivir te quisiera. Ay, mi niña soñada; ojalá tú no fueras, ojalá tú amaras; ay, mi niña de lágrimas, ojalá no fueras quien se muere. Ay, mi niña ártica; ojalá fueras providente, y el sol te quemara; ojalá tú revivas, ojalá tú amaras.