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Cuento en verso de un sacrificio sordo

  Más lo leo y menos me gusta. Narra hechos que me asustan. Es el cuento de una niña muda, que se comunica con una tumba. La lápida le habla de amores, cuyos dolores son justificados. La joven criatura no entiende abstracciones, pero cree que debe quedársele al lado. Pues allí yace alguien importante, que por sobre todo la ha amado. No se trata de más ni menos que un pariente, cuya sangre heredó la ternura de ya ocho años. Más indago, y peor se torna la cosa. Pues la muerte suya fue algo tortuosa, ¡y además de eso, fue culpa de la mocosa! Que se quedó sin palabras al verle caer sin vida en la baldosa . Dedicado a la palabra juvenil que cae en oídos de adultos sordos.

Cuento en verso de un día común de la musa Clío

  Hoy les traigo un mito muy alegre, así que acomódense con un café caliente, porque tendrán que estar despiertos para el deleite. ¡No quiero ninguna bella durmiente presente! Y un día cantaba así, la musa de largo cabello: "No necesito que sus ojos estén abiertos; sino los oídos al tanto de mi enérgico y prudente canto. Quiero que den un paso adelante los guerreros, de esta multitud aquí reunida a la orilla del lago". Y cuando contó siete jóvenes valerosos,  ciñó la armadura a su cintura de delicado torso, para elevar así  el tono de su voz cual rugido de oso: "¡Enhorabuena, ocho seres partiremos allá a vencer! El dragón cada día sacrifica a más víctimas, y sus familias, la desgracia ya no deberán perecer a su merced". Entonces Clío acompañó a los héroes, que librarían al pueblo: "¡Oh, guerreros, denme su atención un momento! Estamos cerca de la guarida del despiadado, si no quieren más tragedias, escúchenme con cuidado." A lo lejos se oía la furia del in

Cuento en verso a los educadores

  Y es que ese día alguien le dijo "te vi brillar en lo alto", cuando nadie tenía ojos más que para lucir lentes hermosos. El pintorcito no sabía que conocerían su mundo extraño, porque él siempre vio a la humanidad egoísta, cavando sus propios pozos. Pero sucedió y a la petición accedió; aquel pintaba en el mural unas lindas azucenas, la directora de la escuela estaba maravillada con el estudiante. Le gritó, temiendo de que se cayera: "¡me encanta, agrégale una fuente!" Y el jovencito terminó las flores, faltándole la fuente de aguas claras; la directora sosteniendo la escalera a él le alentaba, con mil amores. Dio unas marcas, el pulso no le temblaba, y bosquejó una cara sonriente. Pintó otro buen rato, sin dudar de si su corazón le aconsejaba lo conveniente. Cuando sus pies tocaron el suelo, la directora lagrimeaba a consciencia. Y alzando los brazos le exclamó al pintorcito, muy contenta: "¡No lo compares con  una cascada, ni con los mares de todo el planet

Poema del paisajista anciano

  Si en caprichos no anduviera, mi buen espíritu de niño, bien pudiera sentirme senil, y al frío recubrir mi arrugada tela. Seré persona longeva, mas resistiendo cruel filo, soy cuerda que desata, el cielo-tierra en mí unidos. Un último deseo de tata; que es sólo, ¡lo único! que quiero, usar la poca viveza que tengo en lata, y regarte un jardín de lirios. No te faltarán en mi ausencia, legados y dolorosos vestigios, que en compañía de dos naturalezas, creerás cruel un mundo que te es benigno. Al aliento sin fuerza, cuya extrañeza te traiga ido, lo llamarás suspiro. Y al domador siéndole fiera,  que el verte llorar será su castigo, lo llamarás amigo. Con la poca vida que me queda, y la cabeza florecida en blanco hilo, ten un obsequio sin envoltorio ni tarjeta; un paisaje en flor de pétalos coloridos, y no te entristezca el pórtico de casa.

Poema del ciego

  Se encarnan desde la córnea, malestares poco indoloros. Frenético el orgullo traducido en cólera, ceguera que me hunde en aguas de lodo. La niebla que hay en mis ojos, espero que de irse sea pronta; no como los sueños convertidos en despojos, y el fármaco que bebí ahora. Que no dejara sabor en mi lengua tosca, ni peso en los huesos de mis hombros. La niebla de mis mirillas incoloras, que -presiento- no se irá con mi odio, se ha de llevar mi telescopio del croma. La que nubla mis pupilas ya de topo, de mi enojo protagónica, es la fina tela del velo que me corona; y que ante mis ojos, es el embrollo del pasado.

Poema de una añoranza

     Dulce perrito que vagabas en la calle, irrumpías en pupilas como quiste. Tu mirada punzante, y tus costillas que parecían cicatrices. Seré quien te acompañe, con el remedio tardío a tus ojos tristes. Voy hoy mismo, sin todo este equipaje; contigo, al país de alegres matices. Como  tú, desamparado de méndigo rico, voy de mis raíces y tallo libre. ¡Una galleta, agua!, ¡un trozo de pan! Palabras que articular no pudiste... Voy hoy mismo, con todo mi afán. Te veré en el país de los buenos; donde las nubes no son grises, y la noche no acaece más. Voy hoy mismo, pronto me verás; en el país donde las risas no terminen. Estoy ansioso de irme, de morir quizás, y vivir en el prado de tu cielo.

Poema a la señorita mayor

  Sonaba un cascabel, y un jilguero se posó en tu cuna; llamó a los ángeles esa vez, tarareándoles que aprendan de ti, relucir su talento con soltura. Picoteó la baranda, y una risita se le escapó al alelí; una Aurora nacía al alba, y de dones no la había que bendecir. Princesa hermana, de mil talentos traslaticios al arte; haces de tu sonrisa la causa, ay, finura de facción afable, de transformar al color en dulce pastel. Poco suave es mostrarme tan ufana, de ser pariente de talento andante; hace mucho tiempo de que eres humana, hace dieciocho años que ya no eres ángel. Se prepara la orquesta, mientras cae el mantel; cubiertos en la mesa, y qué sinfonía de chinchines. ¡Feliz Cumple! (05/09/2020)

Cuento en verso de un "¿Cómo se lo digo?"

  "Ay... ¿Cómo se lo digo?", suspiraba mi triste niño; me acerqué al adolorido, y sentándome a su lado acomodé sus rizos. "¿Qué te aqueja tanto, mi terroncito?", murmuré afectuosa a mi tierno hijo. "¡Alguien a quien estimo me ha herido el orgullo! No puedo perdonarle, si lo hago me portaré demasiado tolerante, o hipócrita como un tartufo; deambula a mi alrededor a buena gana y gusto, mi enojo crece a cada minuto".  Como lo conozco mejor que nadie, porque soy su madre, lo exhorté mucho... Y con paciencia, le conté un cuento sumamente viejo, que no lo afligió menos, pero le hizo pensar algo bueno; y fue aquello lo que a su idea le hizo dar en el anzuelo. El chiquillo, inteligente como cuervo, le escribió una carta a su amigo el perro. Que decía así, lo que escribió mi pequeño buen mozo: "Querido Samir, me haz herido el orgullo y yo no te perdono. Me agradas y todo, pero debes entender que me distanciaré de ti. Firma tu amigo el bobo, ése que aterrizó en

Cuento en verso de cierta catarsis

  ¡El mapa no decía nada! Entonces caminando por la cuadra fui con aquella anciana. Ella desde ya unos metros que me miraba de reojo, con su arrugada cara, y moviendo los párpados de sus pequeños ojos, ladeaba de arriba abajo su nariz aguzada. Lucía vieja y desdeñada, llevaba la apariencia de quien la atención no atrae nada, mas así como estaba yo todavía no la conocía como para juzgarla, ¡y allí, a ella me aproximé y le pregunté cómo podía volver a mi casa! ¡Oh, viejita, si tú supieras cómo volver a la tuya, ya lo habrías hecho! Y si así fuera, yo no te vería a esta altura, de tu vida de largo trecho; esas razones le planteaba a mi ser, sin buen argumento. Entonces la anciana con rostro de benevolencia permanente, cuando le pregunté, dijo al momento: "Pequeña criatura, no deberías quedarte en tan mal cuento; te diré cómo huir de este sueño..." "... Camina con seguridad hacia la esquina, por la cuadra, al llegar arriba de esa subida, verás una camioneta blanca. Te acerca