Cuento en verso a los educadores
Y es que ese dÃa alguien le dijo "te vi brillar en lo alto",
cuando nadie tenÃa ojos más que para lucir lentes hermosos.
El pintorcito no sabÃa que conocerÃan su mundo extraño,
porque él siempre vio a la humanidad egoÃsta, cavando sus propios pozos.
Pero sucedió y a la petición accedió; aquel pintaba en el mural unas lindas azucenas,
la directora de la escuela estaba maravillada con el estudiante.
Le gritó, temiendo de que se cayera: "¡me encanta, agrégale una fuente!"
Y el jovencito terminó las flores, faltándole la fuente de aguas claras;
la directora sosteniendo la escalera a él le alentaba, con mil amores.
Dio unas marcas, el pulso no le temblaba, y bosquejó una cara sonriente.
Pintó otro buen rato, sin dudar de si su corazón le aconsejaba lo conveniente.
Cuando sus pies tocaron el suelo, la directora lagrimeaba a consciencia.
Y alzando los brazos le exclamó al pintorcito, muy contenta:
"¡No lo compares con una cascada, ni con los mares de todo el planeta,
nada fluye más que la sonrisa de un niño en toda la Tierra!".
Y es que no sólo la directora tiene esta tarea;
sino que también el profesor, la profesora, el maestro, la maestra...
Deben por compromiso educar con amor,
ser rigurosos aunque les cause dolor,
¡alentar a los jóvenes, para que encuentren la pasión!
Y asà ellos saldrán volando de su propia prisión.
Dedicado a Mirtita, que se jubila.
Y a gustavo, que dibuja bien pero sigue igual de nabo.
Comentarios
Publicar un comentario
Escribe aquÃ...