El lobo y la calandria (Cuento)
Estaba sentado el viejo lobo, en la misma roca de siempre, con las patas delanteras bien ubicadas y los hombros caídos; mirándose el reflejo en el agua del lago artificial, en la reserva donde vivía. Taciturno; así lo describía su amiga la calandria, quien voló desde el nido de su árbol a una piedrecita cerca de él. -Hoy también estamos pensativos.-Dijo la avecilla. -¿Quién es él?-Preguntó Félix, mirando su reflejo. El pobre lobo Félix padecía de una pérdida de la memoria constantemente, que iba en un deterioro progresivo por su avanzada edad. Los colmillos se le habían caído; el pelaje perdió su suavidad y era todo pinchoso como gris descolorido. Y en su malestar, sucedía que al día siguiente se olvidaba de qué había hecho o hablado el día anterior. O incluso momentos antes. No podía mantener conversaciones, ni mantenerse casi en pie. Por eso mismo, el solitario, no tenía más amigos. -Oh, no importa quién sea, salvo que está ahí. -No lo entiendo. Está ahí sin ser.-Se confundía más el