Poema a los adornos heredados

 

Un perrito con ojos a medio pintar,

en la cómoda de mi abuela.

Un animalito falto de ojos, sin pupilas par;

en la biblioteca de mis acuarelas.


Una doncella de uñas color rojo,

labios rosados y sombrerito de tela.

Una porcelana suave como cereza, al cuello un moño.

Colores en el blanco que todavía ve la nieta.


Otro adorno que atesora,

un imán del viaje a Inglaterra.

En la heladera lo acompaña uno de moras,

sostiene un dibujito de la nena.


Cuánto creciste, si te veo ahora;

despediste el gorrito amarillo, tejido por ella.

Mientras que tú egresabas de la tierra;

me acongoja no haberte dado un diploma.



Pensando en Telma.


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