Cuento en verso de una última confesión

 

"Gracias a tu buen sentido nos hemos perdido,

se nota que de ellos no eres hijo;

pues hermano querido no existe, con muestras de cariño;

a menos que en genes sea ajeno, distinto".


Una mirada que notaba desdén calcinaba mis mejillas,

pues, ¡qué vergüenza la mía!, al tratar así a mi compañía.

Al volante hizo lo que podía, el que era mi hermano,

una mañanita, en la que me llevaba al campamento de verano.


En el viaje mi enojo aumentaba, ¡por su culpa llegaría tarde!

Miraba los camiones, por la ventanilla, tan raudos;

entonces sin querer solté que mejor se orientaba nuestro padre...

Y hablando de sangre, en plena ruta le confesé que era adoptado.

El huérfano, me sonrió por última vez antes de colicionar el auto;

ya que, para la muerte, todos son hijos de un fulano.



¡Todo tiene su momento!


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