Entradas

Se muestran las entradas que coinciden con la búsqueda de poema

Poema a su ensombrecido corazón

  Un silencio mortal inundaba, la oscuridad en las paredes del corazón; y en sus lágrimas unos ojos muertos, dolorosos, derramaban una triste canción. Le rogó al viento palabras, flechazos al aire con su ton y son, y mordiéndose el amor se guardó la esperanza, a un castillo lejano la confinó. Estás aquí en este oscuro cuarto, tan lejano como la luz del sol; rompí puertas y colmillos para el paso abrir, como no escuché el canto, al ir por el sendero de tu música, le pedí a la musa del milagro, un corazón para ti. Leí que te ibas, leí que ya estabas; al lado de la cama, lista para sellar el sueño y firmar una postal, en tinta azul, así que vine, ¡por fin! y te dije que, querida, estoy aquí. Salí del libro, de las páginas me fui; soy el héroe bendito, y quería, conocer a la autora que hizo de mí. Y bendita, la autora, lo sean su vida y escritos. Imaginando, se salvó por poco, del desespero infinito.

Poema de la nona

  Ya despertó reposando en un almohadón de plumas, otro día sus ojos se abrían mirando un polvoriento suelo. Ya tomó un baño en aguas frías con su piel desnuda. Y se sumergió en termas cálidas con luminosas burbujas, suspiró conclusa "¿qué más quiero?" Ya conoció el rugir del estómago; y se ha saciado con manjares de gente selecta. Ya lució finuras coloridas, cuan hermoso ópalo; y se vistió con harapos, exponiendo su cuero a ser piedra Ya bebió de aguas escasas que no saciaban su sed; y se ha embriagado con el aroma de infusiones deliciosas Sí importa qué ocurrió en el ayer, sí sabe lo que es arar en tierra difícil, la nona.

Poema de un ruiseñor

Cuéntale a los álamos que tienes un nuevo camino colmado de aventuras tu travesía Acaricio una vez más estas manos de niña mientras te suplico Ya no quiero más abrazos Ya no quiero ser el olvidado abrigo Susúrrales que me dejas aquí escondido que todavía los cuidas a través de un amigo aflorado Diles que te vas marchando contenta por el sendero amarillo que les dejas una bufanda para el frío viento que ya no tendrán tus brazos de cálida doncella, para apacigüarles en primavera todo lo triste que es el olvido; que llevas en la espalda alas de sus cabellos blancos, que llevas en el pecho un broche de su paciencia Ve y cuéntale a los álamos que ya te vas y que mientras saludo a tu sola silueta el corazón mío se entierra en este lar Tan pequeño, tan marchito.

Poema Mariposa

  No me hace falta decirte, entre todos los halagos, que eres decoro en mis días grises que eres hermosa o que eres como una danza romántica en otoño de vestidos largos y regalos de mimbre, mariposa; no me hace falta tallar, en todas las rocas de la costa, o en las olas buscar piedras preciosas para tus alas, o pintarlas en un lienzo blanco en tu honra mariposa, porque puedes volar entre los mares y atardeceres de mi pobre cabeza soñadora. No me hace falta decirte que seas mía, ni que brilles lejos de todos, eres bella siendo libre y en los ojos de una cautiva ya nadie te reconocería la hermosura, nadie encontraría tan linda persona; y nadie más vería, mariposa, los frágiles meneos de tus curvas de delicado cisne. No pediré que con amor me mimes, o que me llenes el alma o los brazos, las mejillas frías con tus labios, mariposa; no hace falta que con dulzura me nutras o que nostálgica te acurruques en mi regazo, mariposa; no hace falta que luches por que te digan hermosa, porque ya ere

Poema descorazonador

  Te sonrojaste, muchacha, adulada por un lisonjero; y lleno de esperanza, hechizado fue por un "te quiero". Creyó escribir en tu cuaderno, creyó ser dueño de tinta y pluma; te sonrojaste, muchacha, y de una flor sin púas, llamada Lisonja, cortaste el tallo al medio. Se portó traviesa, lo trató como quien va y antoja; la máscara que aquel besa, simplona es como armadura, de taimada portadora de orejas y cola. ¡Ay! No le arranques los sueños, no le arranques la fortuna; ¡te sonrojaste una vez!, muchacha, y se derritió aquel como espuma. ¡Pues! Quítale todo, muchacha, la fortuna y la lisonja; que aprenda a no embelesarse él, con coqueta astucia.