Compañía (Cuento: microrrelato)

 Ayer regresó del trabajo, cansada, harta. Con lo ojos a punto de estallar en lágrimas, y con la triste frente arrugada. La fuerte presión de su cabeza le oprimía el corazón y el orgullo ¿Llorar en público? ¡Mejor iba a ser tropezarse con sus propios pies! Tensa, por dentro triturada. Abatida, enojada. Un mejunje de sentimientos andante, un remolinete de sombras oscuras y colores decadentes; un melancólico alarido con pies y manos. Sus zapatos resonaban en los charcos que la lluvia dejó, mientras salía de la estación. Enfiló directo a casa, como los últimos seis meses.

Pero en el camino se topó con ella.
La saludó, y de inmediato, al verle la cara, supo que nada andaba bien.
"Ven a tomar algo a casa", la invitó. Y sus excusas no fueron suficiente para rechazarle.
Una vez en casa de su amiga, se largó a llorar. Explotó de llanto. La abrazó, se sintió dentro de un sitio seguro, así que habló.
Todo aquello que le corroía el pecho, que le golpeaba el entrecejo con hostilidad, todo el odio y enojo que llevaba dentro: comenzó a relatarlo. Le habló de la dulzura de él, y de sus horribles tratos; de su sonrisa, y los insultos que le decía; habló de cómo lo extrañaba, pero reconoció que ya jamás quería saber de él. Confesó haberlo amado y sentirse despreciada. Aceptó que le dolía, que sufría. Y lloró otro rato, abrazando a su amiga.
Y ella le decía que todo iba a estar bien, que son cosas que pueden pasarle a una, que no tenga culpa.
Charlaron otro buen rato, hasta que comenzaron las risas. Y ella se regresó a su casa, pero en el camino se sintió muy sola sin su amiga.
Y estaba tan pero tan sola, que ni el enojo o la amargura le hacían compañía.

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